12/10/2598

Aún lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Los países se encontraban devastados en guerras sin fin por un inútil intento de conseguir agua, la escases era a tal grado que las personas de ahora no morían de hambre si no de deshidratación. Con el paso del tiempo fueron agotando ese maravilloso recurso de vida, todo por su inútil manía de construir máquinas que funcionaban gracias a esta. El cielo ya no tenía ese color azul tan intenso que lo caracterizaba y lo hacía único, así como lo había visto en algunas fotografías de unas revistas muy viejas que había encontrado dentro del armario de mi abuela poco antes de que ella falleciera. Era demasiado triste ver como unos a otros se destruían por la desesperación de conseguirla. Los árboles, habían desaparecido poco a poco. La mayoría de los animales marinos ya se encontraban extintos al igual que algunos terrestres. No me sorprendería que hubiese faltado poco tiempo para que acabaran por completo con toda la vida que existía en el planeta. Cuando oscurecía no se podía admirar ninguna estrella en el cielo, debido a tanta luz artificial que acaparaba la ciudad.

El cielo comenzaba a oscurecerse, hacía mucho frío aquella tarde y mi mejor amiga Alice aún no salía de su clase de Anatomía. Apenas sonó el timbre de salida y todo el alumnado salía disparado hacia su siguiente clase, yo por fortuna la clase de matemáticas que había dado fin hace unos cinco minutos atrás era mi última tortura del día. Me dirigí rápidamente hacia el estacionamiento de la universidad hacia en dirección de mi automóvil, un pequeño Volkswagen rojo que me habían regalado la navidad del año pasado. Abrí mi bolso para buscar las llaves, cuando las encontré abrí rápidamente la puerta para tratar de no congelarme. Encendí el reproductor de música para colocar la lista de reproducción de piano la cual era mi favorita y la que más me relajaba. Observé fijamente el inmenso reloj que se encontraba en una de las torres centrales de la Universidad al mismo tiempo que comenzaba a sonar la melodía de “Moonligth Sonata Piano” de Beethoven, una de mis piezas favoritas, que no es por presumir pero una de las piezas que mejor me salían al tocar el piano. Poco a poco sin darme cuenta, comencé a caer en un rotundo sueño, mis párpados los sentía tremendamente pesados, cuando sin darme cuenta, terminé dormida por completo.

Una estruendosa alarma provocó que me levantara de golpe. Pude ver perfectamente como los alumnos de la universidad salían en pánico corriendo dirigiéndose apresuradamente hacia sus automóviles. En ese momento solo me importaba una sola persona, estaba comenzando a preocuparme al ver que no aparecía, hasta que una persona golpeó el cristal del lado del copiloto. Era Alice, desesperada por querer entrar e irse de aquel lugar.

- Rápido Dania, ¡Están demasiado cerca! .- Alice subió rápidamente al automóvil, mientras que yo giraba las llaves para encenderlo a toda prisa.

- ¡Están detrás de nosotros!¡No lo lograremos!.- La voz de Alice provocaba que entrara más en pánico en lugar de relajarme. Finalmente logré arrancarlo y salimos disparadas del estacionamiento de la universidad. La alarma sonaba cada vez más fuerte que llegué a creer por unos momentos que mi cabeza llegaría a explotar.

Un fuerte sonido ensordeció mis oídos por completo, uno de los aviones de guerra había dejado caer una de sus bombas cerca de nosotras. El estallido provocó que el carro en el que íbamos las dos se volcara. Aún seguíamos consientes por fortuna, el carro había quedado atrapado en una de las colinas que guiaba hacia la ciudad, las dos sentíamos un miedo terrible de que cayéramos en picada por nuestro peso.

- Dania, tengo miedo, no nos salvaremos de esta.- Alice estaba tremendamente asustada.

- No te preocupes, seguro saldremos de esta (Si claro eso ni tu misma te la crees).- dijo una pequeña vocesilla dentro de mi cabeza. Alice y yo nos abrazamos al sentir que el viejo Volkswagen se recorría unos centímetros más en picada por la colina. El peso de nuestros cuerpos y una explosión más nos hizo caer en picada. Cerré completamente los ojos con un miedo que jamás podría explicar con palabras. Las dos gritábamos de manera desesperada, sin soltarnos una de la otra, mi corazón latía con más intensidad que nunca. Solo deseaba que esto fuera una terrible pesadilla y con la esperanza de que así fuera cerré fuertemente mis ojos.